lunes, 11 de octubre de 2010

Querida AT, compañera de camino:

Al comienzo de esta singular relación, debemos confesarte  que nuestra ansiedad y sentimiento de perplejidad y desamparo, no nos permitió ver con claridad tu rol, el por qué y para qué estabas a nuestro lado.
Posteriormente, y luego de comenzar con vos este aprendizaje de ser padres de una niña con TGD, podemos poner en palabras lo que pensamos y sentimos, podemos resignificar este episodio vital, episodio que hizo que nos reformuláramos lo que significa ser padres, aprendimos a compartir un espacio con nombre propio: Resiliencia, dejamos atrás, con mucho esfuerzo, con una labor basada en la buena comunicación y fortalecimiento de vínculos sanos, la idea que teníamos en nuestro interior imaginando a un niño “ideal”, sin problemas, con todas las capacidades, actitudes y aptitudes que soñamos. Y aprendimos que el TGD es sólo una circunstancia, que la vida tiene sentido tal cual es, con todas las complicaciones y complejidades, que estamos aprendiendo todos, que cada sonrisa de nuestra niña tiene en sí la conjunción de tu trabajo, del esfuerzo de la pequeña, de nuestra comunicación y optimismo (que a veces ha flaqueado).
La escucha, los silencios en espera de una palabra, las lágrimas que encontraron un pañuelo que no nos juzgara, el apoyo que nos has brindado, por todo eso, por los avances cotidianos, por el cíclico aprendizaje vital, es que agradecemos haber compartido esta senda.
Con afecto,
                             Familia de Ana



Análisis: en la carta de los padres de la nena al AT podemos verificar la existencia de la transferencia que se generó en ellos. A través de ella se fue gestando un vínculo muy favorecedor entre el paciente, su familia y la AT. Esto hizo que el tratamiento se realice realmente en equipo, y junto con los profesionales a cargo, dé los resultados positivos que refieren las tres cartas.

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